¿Queremos que la buena (y la mala) docencia sea visible? ¿Cuáles son las razones por las que escondemos la docencia en el armario/aula?
Desde REDU queremos que en este año 2018 nuestras jornadas anuales pivoten alrededor de la buena docencia. Trataremos de hacer un diagnóstico de las razones por la cuales nuestros éxitos y fracasos como docentes no se hacen visibles de ningún modo y son ajenos a nuestro prestigio académico. La docencia está oculta en el armario…Cómo bien indica el título de las jornadas “Salir del armario: de la invisibilidad al reconocimiento de la buena docencia universitaria”. No vamos a debatir sobre las formas de desarrollo, vamos a analizar el reconocimiento y por qué no se reconoce la buena docencia universitaria. Es un tema de cultura profesional y prestigio institucional. Se trata de analizar si existe voluntad para revertir esta situación y que la buena docencia sea visible, o por el contrario pensamos en el fondo que está bien como está. Destacamos “buena”, porque estamos hablando de una docencia específica, no de cualquier docencia, ya que hoy día no se discrimina entre la buena y la mala docencia.
En el mundo académico se considera que el debate, la revisión crítica y la validación por parte de pares externos es la clave que permite hacer avanzar cualquier ámbito del conocimiento, menos el de la docencia. Actuar con criterios académicos (también) en la docencia es la propuesta del Scholarship of Teaching and Learning (SoTL). Se propone un análisis de las diferentes formas y vías en que la docencia puede someterse a debate y revisión externa: sus claves, puntos fuertes, resistencias, resultados… La opacidad, la consideración de la docencia como un asunto “privado” entre cada profesor/a y “sus” estudiantes constituye un freno considerable para la mejora del sistema de educación superior. La implantación de mecanismos que “aireen” el aula, la expongan a miradas externas y al intercambio de ideas y juicios constituye un reto fundamental de nuestro sistema universitario.
Finalmente, el gran número de declaraciones públicas de responsables académicos o gestores educativos por la “excelencia” de cursos y titulaciones contrasta vivamente con la ausencia de políticas efectivas de impulso y reconocimiento de la buena docencia. Más allá del recurso fácil y estéril de achacarlo a la desidia o ignorancia de estos “responsables”, resulta imprescindible partir de un diagnóstico preciso de las causas de esta situación y las posibles opciones que pudieran barajarse en nuestro contexto específico.